sábado, 8 de abril de 2017

Historias de ultratumba


Siempre vuelve a pasar; tarde o temprano se repite la misma situación; - Pastor, murió mi hermano – [otras veces es “mi esposo”, “mi vecina”, “mi primo”, “mi hijo”] - ¿Podría hacer el culto en la capilla y en el panteón?
He aquí lo difícil, cuando se trata de un difunto que nunca dio evidencia de haber creído en Cristo, que nunca mostró interés alguno en la fe cristiana – que quizá no fue un asesino, un narcotraficante ni un secuestrador -  es más, vivió con cierta moralidad respetable (lo cual hace más difícil la situación).
Es difícil, porque se espera que el pastor preste un “servicio” – una especie de “santos óleos”; hablando del descanso que ya tiene la persona, hablando de lo buena que fue en vida a pesar de sus “errores”, diciéndole a la gente que “hay esperanza porque Dios es amor”, casi asegurándole a los asistentes que el tío querido, el sobrino amado, el hermano ausente, el amigo entrañable “ya está con Dios” – eso es todo; unas palabras amables; un discurso motivacional y la palmadita en la espalda consolando a los dolientes – “Ya, ya… está mejor, ya dejó de sufrir, se lo llevó diosito porque le hacía falta allá; sólo se nos adelantó – para allá vamos todos, algún día nos reuniremos de nuevo…”
Pero ¿Podemos decir tal cosa? ¿Es posible hacer tal clase de aseveraciones con tal de congraciarse con los que lloran? ¿Es labor del pastor abrirle al difunto las puertas del cielo?
Alguien dirá – “No seas insensible, se trata de consolar a las personas” ¿Y por consolarlas se justifica la simulación de una “esperanza” y la proclamación de un evangelio distorsionado? - ¿Ganamos algo declarando lo que no nos consta?.

“Tú no sabes…” dirán algunos:
– “No eres nadie para decir que Dios no le dio una última oportunidad” – Pero no sabes tampoco si sí se la dio; no puedes estar seguro de lo uno o lo otro…
– “Pero Dios siempre le da una oportunidad final a la gente antes de llevársela” – De eso no hay constancia alguna en las escrituras.
– “Pero ¿Qué me dices del ladrón junto a la cruz de Jesús, que en su último instante creyó?” – sí pero el otro ladrón, (¿Te acuerdas que eran dos?) el otro hasta el último instante fue un incrédulo.

Por favor…
¡Es que no se puede dar esperanza apoyados en un “a lo mejor”!
¡Usted, pastor o hermano, no manda a la gente al cielo!
¡Usted les habla de Jesús, el único que puede llevarnos al cielo y de la urgencia de buscarlo mientras haya vida!
¡Usted les habla de lo importante de no desperdiciar la vida, de la fragilidad de la existencia humana, de lo absurdo que es hacer tesoros en la tierra, de lo inmanente de la muerte – y de la redención EN Cristo, de la justificación, de la santificación – y entonces, sólo entonces – de la esperanza de los redimidos EN CRISTO más allá de la muerte!

No es cuestión de ser insensible sino de ser realistas – ese es el asunto; la REALIDAD de las cosas.
¿Ha notado que toda la gente se va al cielo cuando muere? En el imaginario popular, la gente se muere porque “a diosito le faltaba un angelito allá en el cielo” – muere el cómico, muere el cantante, muere la diva, muere el escritor – todos son marcados por cuatro letras: QEPD – pero ¿Es eso realidad? ¿NO es, más bien, un asunto de morir EN Cristo o morir SIN Cristo?
Claro, en el mismo imaginario colectivo, el infierno existe, pero es para los más despiadados criminales; los que descuartizan personas y luego comen su cereal con leche, los que hacen estallar bombas y matan niños – Bin Laden, Sadam Hussein, Adolfo Hitler… monstruos como esos – pero la gente “normal”, la gente del promedio esa debe estar mejor ¿Qué no? Bueno, nadie es perfecto, todos tenemos “errores” pero Dios es comprensivo ¿A poco no?
¿Y si quienes piensan así entendieran por las escrituras que LA entrada al paraíso no se trata de ser “medio bueno”, que “la moralidad te puede mantener fuera de la cárcel, pero no fuera del infierno”? ¿Y si se dieran cuenta que es más sencillo de lo que parece?

Eres redimido por Cristo = vas al paraíso; terminó el dolor, sólo hay gozo y habrá resurrección.
NO eres redimido de Cristo = vas al infierno; lloro y crujir de dientes  y se pondrá peor…
- ¿Muy directo? Sí, muy directo, así hablaba Jesús… (Juan 3:3)
- ¿Duro? Para muchos sí, muy duro, de ahí la importancia de tomárselo en serio… (Juan 3:36)
- ¿Extremista? Bueno, yo no lo inventé… (Apocalipsis 20:15)
- ¿Insensible? – Pues mejor la verdad que la falsa esperanza ¿No? (Juan 11:25)

¿Y si en vez de hablar del fallecido, exponemos lo que la Biblia dice acerca de la realidad de la muerte? (Salmo 39:4-7, Eclesiastés 6:2-4, Santiago 4:13-15)
¿Y si en vez de abogar por lo que es un caso perdido, confrontamos a los aún vivientes con la verdad del asunto?
Claro, tal vez no nos apreciarán  como el pastor que “habló bonito en el funeral de mi primo”; pero no habremos comprometido la verdad ni simulado la esperanza.
Y tendremos la conciencia tranquila, presentándonos ante Dios no teniendo que avergonzarnos de haber adulterado el evangelio en el punto más sensible de la vida; en la hora de encarar la muerte.
Quizá no le haga popular, quizá no le den “ofrenda de amor” – pero habrá sido bíblico, realista y sincero con las personas.

Después de todo, si ya saben que usted no endulza el oído, ni brinda falsas esperanzas, sino que expone la verdad bíblica… ¿Pues para qué lo invitan?

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