sábado, 19 de diciembre de 2020

El payaso, el presidente, la navidad y el Hijo del hombre.



El payaso, el presidente, la navidad y el Hijo del hombre.
Por Samuel Hernández Clemente

Trascendió en la segunda semana de diciembre (2020) que el personaje y crítico de la política conocido como Brozo “El payaso” expresó el cada vez más común descontento de la ciudadanía mexicana para con el poder ejecutivo con la siguiente expresión:

“Acuérdate Andrés; no eres DIOS, no eres el HIJO DEL HOMBRE. Eres un p*nche presidente que o nos sirve o NO sirve...”

 Y fue cuestión de horas para que los porristas y aplaudidores del gobierno en turno se rasgaran las vestiduras y acusaran de irreverente, irrespetuoso y “payaso” al de por sí, payaso, que se atrevió a insultar al prócer de la cuarta transformación.

 Aclaro que estas líneas no serán una apología de la grosería, ni mucho menos una incitación al golpismo. Como cristiano confío plenamente en la soberanía y justicia de Dios y descanso en el hecho de que por encima de los males de la humanidad y las ineptitudes de los gobernantes, Jesucristo, el Rey de reyes, gobierna, dirige y sostiene todo cuanto ocurre en este planeta y en el universo.

Precisamente es en esa línea sobre la cual fluyen mis reflexiones, luego de las expresiones del payaso Brozo que providencialmente han ocurrido en la temporada litúrgica de ADVIENTO y en vísperas de la NAVIDAD.

 

Para la cristiandad, la encarnación del Hijo de Dios constituye el evento parteaguas de la historia; el Mesías prometido, Dios de Dios, Luz de Luz, el Hijo del Hombre haciéndose presente como Rey soberano y Redentor sacrificial – pero es bien sabido, por la lectura de la Biblia y el estudio de la historia, que este personaje sublime y único tuvo y tiene sus antagonistas. Hombres tiranos, altivos, opresores y megalómanos en posiciones de poder vieron como una amenaza a sus aires de grandeza la llegada del Hijo de Dios y su REINO.

 Así es como reaccionó el soberbio y perverso Herodes, gobernador en turno al momento del nacimiento de Jesucristo cuando los sabios venidos de oriente llegan preguntando “¿Dónde está el Rey de los judíos?” – entiéndase – “No, señor herodes, usted no es el mesías, ni el mandamás, ni mucho menos un dios” – o en términos del payaso Brozo, “compañero Herodes, usted es apenas un p*nche rey, pero no EL REY”. Y ya sabemos cómo reaccionan estos mortales con aires de deidad mesiánica cuando ven peligrar su popularidad o “índice de aprobación”. En el caso de Herodes el agravio a la “investidura real” terminó con una matanza (que desde entonces ya era un método usado por políticos resentidos) – y a pesar de todo, se confirmó que ese monarca, con todo y su “capital político” y su “fuerza moral” sólo era un p*nche monarca.

 

Y aquí debo citar la acepción básica de esta palabra que en México tiene principalmente un uso peyorativo y a la vez mayestático (de ahí que se pueda usar tanto para denigrar como para elogiar). Sin embargo, su significancia original refiere a un “ayudante”, alguien que “realiza labores auxiliares que se le encargan” en el contexto de la gastronomía.

 

El escritor mexicano José Emilio Pacheco comenta sobre esta palabra que: «“pinche” en español común es “el ayudante de cocina”, sin ninguna pretensión ni autoridad, se me ocurre que el término se originó en tiempos de la hacienda y el latifundio. Nació entre los peones obligados a trabajar la tierra de sus amos y que veían con resentimiento a quienes laboraban en ocupaciones serviles dentro de la casa grande»

 Es decir, que tomando la acepción primaria de este epíteto, un p*nche es un ayudante, un subordinado, alguien bajo la autoridad y dirección de un superior.  Este término me resulta muy útil como analogía de lo que creemos en el cristianismo respecto a la identidad del ser humano; que fue creado por Dios como vicerregente, como mayordomo, como encargado y siervo al cuidado de la creación; como agente cultural en representación y bajo la autoridad del CREADOR, y por qué no decirlo, en términos del payaso tenebroso, como “p*nche” humano – no somos dioses, pero sí afortunados siervos de la deidad.

 

Ya en el pasado, de vez en cuando el Soberano Señor de los mundos llamó a otros a un “ajuste de actitud” al recordarles quién estaba al mando.

Recordemos que hubo un Nabucodonosor a quien Dios humilló a nivel de bestia por su arrogancia y vanagloria, y que no fue hasta que se quebrantó de corazón, que su razón le fue devuelta – “Acuérdese, señor Nabu’ que usted no es Dios”.

 

Es a este Nabucodonosor que en sueños le tocó saber que así como grandes reinos se levantarían a lo largo de la historia, llegaría el momento en que “el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Dan.2:44) – dicho reino, reposaría en el Señorío de un personaje que el mismo Daniel identifica como el HIJO DEL HOMBRE (del que habló el payaso en su programa), un ser supremo en poder y gloria a quien le es otorgado “dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dan.7:14).

 

Acordémonos que hubo un Saúl, también rey, que ya de por sí estaba obsesionado con las encuestas de popularidad y que no soportaba que a otro le tocaran diez miles y a él sólo miles – y acabó siendo reemplazado, como vil peón, como simple pieza intercambiable. Es que sépalo bien, señor Saúl “usted no es Dios” (“ni hijo del hombre”).

 

El mismo David tuvo que ser objeto de un llamado de atención cuando entusiasmado con la idea quizá sincera, pero absurda de construirle una casita a Dios, pretende ser benefactor del gran YO SOY, como si Dios necesitara de su asistencia – y entonces, le mandó a decir por medio del profeta “dirás así a mi SIERVO David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: YO te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre MI pueblo, sobre Israel; y HE estado contigo en todo cuanto has andado, y delante de ti HE destruido a todos tus enemigos, y TE he dado nombre grande…” (2Sam.7:8-9) – o lo que es lo mismo, “que ese David se ubique, que recuerde que es mi SIERVO, que recuerde que su fama, su poder, sus victorias y su grandeza provienen de MÍ” – entienda, compañero David “usted no es Dios, ni el Hijo del Hombre”…

 

Fue en el tiempo de Jesús, que otro poderoso llamado Poncio con ínfulas de grandeza alardeó de su “autoridad” delante del mismísimo Cristo, quien le aclaró – “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” (Jn.19:11) – o sea, mi Pilato, date cuenta; no eres Dios, ni el Hijo del Hombre. Eres un… bueno, ya lo dijo el payaso.

 

Y así; reyes van y reyes vienen. Imperios surgen y fenecen; poderosos emergen, brillan, son aplaudidos y luego se tornan decadentes (les guste o no) – la lección debió haber sido aprendida hace ya mucho tiempo, pero nadie escarmienta en cabeza ajena -  tiene que venir un golpe de quebranto que nos recuerde de alguna manera que no somos dioses ni hijos del Hombre.

 

Ese título, HIJO DEL HOMBRE, sólo puede ostentarlo aquel que es digno, el Hijo Unigénito de Dios. ADVIENTO  y NAVIDAD tratan precisamente sobre la identidad de este personaje; el rey soberano y monarca supremo  coronado por el mismísimo “Anciano de días” viniendo a la tierra, a reinar – y ahora lo sabemos, a redimir con su sangre a sus súbditos.

Qué contraste más grande; aquí abajo los mortales tratan de elevarse a nivel de dioses y el Dios de las alturas quiso humillarse a nivel de siervo – he ahí el mensaje de ADVIENTO y NAVIDAD; “El Señor de los señores, el ungido celestial, a salvar los pecadores bajó al seno virginal”.

 

Quizá al presidente (y a sus fanáticos) le ofenda o le moleste que le recuerden que no es el factor determinante para el avance de la historia. Seguramente a los hambrientos de aplausos y pleitesía les caiga gordo un payaso que les arruine el teatrito de su vanagloria – pero vaya que los humanos necesitamos un recordatorio continuo de nuestra condición, nuestras limitaciones, nuestras deficiencias y nuestra vulnerabilidad – No, no somos Dios, pero somos afortunados si Dios desciende a nosotros para darnos salvación.

 

Yo no digo groserías, a veces la pienso, pero trato de dominar mi lengua – sin embargo, me ayudará mucho recordarme a mí mismo: “Acuérdate Samuel, no eres Dios, ni el Hijo del hombre – eres un p*nche siervo que o SIRVE, o NO sirve”

 

Ah pero qué fortuna y bendición es estar al servicio de este gran REY, del majestuoso HIJO DEL HOMBRE, el CORDERO de Dios que quita nuestro pecado; el VERBO  hecho carne; redentor de nuestra alma.

 

ES UN HONOR SERVIR AL HIJO DEL HOMBRE.