Esta serie de reflexiones que comienzo, surge como reacción
al sectarismo que está inoculándose dentro del presbiterianismo mexicano; un
presbiterianismo que apenas se dirige a sus primeros 150 años de existencia y
que le falta mucho por ser verdaderamente reformado.
¿Pero qué es ser reformado? ¿Qué define la ortodoxia
realmente reformada? Es aquí donde los susodichos, neo-puritanos propondrán que
la iglesia presbiteriana de México NO es reformada porque no se apega con rigor
a los estándares históricos del siglo XVI (especialmente en lo concerniente a
cómo guardar el “día del Señor”) y por no utilizar en sus cultos la “salmodia
exclusiva” (caballito de batalla en sus discusiones acerca de la adoración).
Concuerdo, para ser justos, en que el presbiterianismo
Mexicano adolece de muchas cosas; y precisamente por eso, no necesitamos una
facción más que pretenda poner solución a las deficiencias creando un problema
mayor, a saber, un legalismo recalcitrante que cual fariseos del siglo XXI
juzgue las cosas por su apariencia externa pero descuide lo de adentro.
Concuerdo también, con varias (aunque no todas) las
acusaciones que se hacen al “neo-calvinismo” de no ser estrictos con el cuidado
doctrinal, de poner énfasis en la adoración en el sentido amplio a expensas de
descuidar la adoración en el sentido estricto – Pero así mismo acuso a los que
denomino “NEO-PURITANOS” de hacer lo contrario; promover un uso de las
confesiones de la Reforma que raya en idolatría de la herencia histórica, y colocar
tanto énfasis en la adoración en el sentido estricto pero no ser tan insistentes
con la adoración en el sentido amplio (como aquellos fariseos que colaban el
mosquito pero tragaban el camello).
Conste que aprecio mucho la labor de los puritanos (hombres
como Bunyan, Flavel, Baxter, Owen y Gurnall forman parte de mi lectura
constante y me deleito en sus reflexiones y enseñanzas, pues están saturadas de
la Biblia) – pero así como el prefijo NEO- no significa que el neo-calvinismo
sea una mejor versión del calvinismo histórico ni una afortunada revisión de
sus postulados, así mismo, me refiero al NEO-PURITANISMO no como una mejor
versión del puritanismo histórico, ni siquiera como una mejor opción para la
iglesia contemporánea, sino como una visión errada de nuestra herencia histórica
que pretende imponer como norma y fundamento para la iglesia asuntos que ni sus
autores mismos llevaron a tal extremo.
Ahora resulta que lo que la iglesia
presbiteriana de México necesita para ser “una y santa” es despojarse de himnos
como “Santo, Santo, Santo”, “Soberano Señor de los mundos” o “Sublime gracia” que
aunque honran las escrituras (pues exhiben fielmente doctrinas bíblicas), no son
aceptables para el culto cristiano porque, según los NEO-PURITANOS, debemos
cantar “salmodia exclusiva” – ahora me sale con que un órgano, una batería, una
guitarra o un acordeón son elementos inaceptables en el culto y que su presencia
o ausencia hacen la diferencia entre un culto profano y uno “verdaderamente reformado”
– tal énfasis en la “salmodia exclusiva” es en el menor de los males, una moda hípster
que no tardará en chocar con sus inconsistencias, y en el peor de los
escenarios, un nuevo sectarismo fundado NO en una verdadera lucha por la ortodoxia
sino en un aferramiento idolátrico a la forma histórica, pero no un celo
verdadero por los fundamentos bíblicos.
No señor; acuse las verdaderas deficiencias de la iglesia, las que se resuelven con un regreso (o primer contacto) con el evangelio de la gracia.
Acuse la falta de predicación bíblica y la abundancia de humanismo; delate la falta de disciplina eclesiástica y
la abundancia de mundanalidad, denuncie la visión asalariada que se tiene del
ministerio pastoral y los vicios de la burocracia eclesiástica – hay muchas
cosas por hacer, muchas deficiencias que atender – pero no me proponga una
nueva moda hípster embadurnada de pietismo como la principal necesidad de la
iglesia; lo que se requiere es un avivamiento verdadero, no una aplicación
legalista de la herencia histórica.
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