El camino
del 31 de Octubre de 1517 en Alemania al presbiterianismo de México en el año
2017 no ha sido sencillo para la reforma. Tampoco el trayecto de la Ginebra de
Calvino al presbiterianismo mexicano, que se denomina también calvinista, ha
estado libre de dificultades y desatinos.
Podríamos
decir que, a lo largo de la historia, el avance del presbiterianismo no ha sido
necesariamente la asimilación del calvinismo como base doctrinal ni como ideología
de vida.
Y es que,
al analizar las diversas vertientes que el presbiterianismo como institución
religiosa ha tomado a lo largo de sus ya casi 150 años en México (recordemos
que en el 2022 se cumplirán esos 150 años) – no ha habido UN presbiterianismo,
sino muchos “presbiterianismos”
La
siguiente es una crónica de lo que podría denominarse “los presbiterianismos
disfuncionales”
1.
Presbiterianismo
de oposición católica
El que
rompió con todo lo que se parecía al rito católico romano – el que quizá se
reduce a una simple confesión de fe: “soy cristiano porque ya no soy católico”
– es el presbiterianismo que vio la conversión como el salir de Roma, que miró
con cautela y muchas veces condenó el uso de vestimentas clericales, la
adopción del calendario litúrgico. El presbiterianismo que prohibió la
inclusión de íconos y arte cristianos, que hizo hasta de la cruz un símbolo
prohibido - y evitó a toda costa el uso de términos como “eucaristía”,
“religión” y “catequesis” sólo porque “parecen católicos”
Es el
presbiterianismo que, aunque se deshizo de los rituales y fórmulas
católico-romanas, formuló los propios, creando costumbrismos que se volvieron
normas: la casi veneración de los templos, la visión del pastor cual sacerdote
mediador y una especie de fetichismo respecto a las cosas “consagradas” para
Dios como mesas, manteles, bancas, flores, etc…
Es de
notar, que hemos dado un paso adelante, precisamente el año pasado, cuando
quizá por vez primera la INPM se unió en un frente común con otras
organizaciones civiles y asociaciones religiosas al levantar la voz en contra
de las leyes que favorecen el matrimonio igualitario – el hecho de que muchas
de esas organizaciones sean de credo católico-romano y que la INPM no por eso
haya dejado de participar sino que promovió la movilización de los
presbiterianos habla de un avance en la demolición de los miedos hacia aquello
que tenga relación con Roma. Quizá haya que seguir aplicando aquella máxima de
Agustín de Hipona “In necesariis unitas, in dubiis libertas, in ómnibus
caritas” (en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad)
2.
Presbiterianismo
de oportunismo político
El que
sirvió como contrapeso al poder de la iglesia católica en las épocas de Benito
Juárez y Porfirio Díaz, el que dio albergue a miembros de logias masónicas con
tal de posicionarse en puntos estratégicos de la sociedad y la política, el
mismo que se pone de moda cada vez que hay campañas electorales como una
especie de acuerdo en el cual ambas partes salen ganando – el candidato o el
político recibe apoyo electoral y la iglesia recibe apoyos para construcción,
trámites gubernamentales o diversas gestiones administrativas.
3.
Presbiterianismo
de activismo templocéntrico
Es aquel
en el cual se mide la “consagración” de un miembro por el grado de
involucramiento que éste tiene en las diversas actividades de la iglesia.
Esto
lleva a la iglesia a ser una promotora de actividades diversas, para toda la
familia y sectores particulares – reuniones, eventos, torneos, festejos,
reuniones, etc.
Es en el
cual se mira el calendario y se llenan los días con el mayor número de
actividades; porque parte de la suposición de que una iglesia muy activa es una
iglesia viva.
En este
mismo tenor, el enfoque principal es la asistencia al templo, haciendo del
ministerio un asunto de estrategias de convocatoria y propiciando una religión
de consumismo – donde los asistentes se preguntan ¿Qué va a haber hoy en el
templo?
Éste
mismo enfoque, ha favorecido quizá más que ningún otro, la concepción dualista
de la vida cristiana – haciendo énfasis en la reverencia dentro del templo, el
“respeto a la casa de Dios” – educando a los niños a no mascar chicle ni hacer
ruido en el templo – exhortando a las damas a no usar pantalones para venir al
templo – pero imprimiendo poco o nulo interés en la vida “secular” – incluso
llamando al creyente a apartarse de los asuntos “terrenales” para ser fiel
participante en el activismo del templo.
4.
Presbiterianismo
de importación
Me
refiero a aquel que mira lo proveniente del extranjero como mejor, superior,
correcto e incluso normativo; sólo por venir del extranjero.
Será que
por esta concepción se copió la vestimenta de los pastores norteamericanos y el
saco y la corbata se volvió la ropa clerical de los pastores presbiterianos
incluso en los lugares de calor extremo del país.
Es bajo
ésta línea de pensamiento que nuestros himnos contienen principalmente tonadas
de la himnología Europea y Norteamericana y poco énfasis se ha hecho en una
liturgia más folclórica o autóctona – quizá por esto mismo se asumió que la
música sacra había de ser tocada sólo con órgano o piano y se produjeron
debates y grandes controversias alrededor del uso de panderos, guitarras,
acordeones e incluso; aplausos – pues
era romper con las tradiciones importadas.
Es así
mismo como se adopta, sin cuestionamientos ni escrutinio – las propuestas
teológicas traídas por teólogos europeos, coreanos y norteamericanos – pensando
que ellos “van delante de nosotros”, asumiendo que todos los seminarios son
igualmente buenos y si son extranjeros, siempre son mejores – y por lo tanto si
un extranjero promueve doctrinas novedosas, comulga con la teología de la
liberación, la teología feminista o la teología gay, recibe aprobación sin objeción
alguna, sólo por el hecho de ser extranjero.
Aquí,
cabe señalar que, históricamente hablando, la INPM ha tenido que poner límites
a la injerencia extranjera haciendo valer su facultad de autodeterminación como
denominación ante los hermanos de otras naciones.
El último
ejemplo de ello ocurrió apenas en el año 2011 en el cual, la decisión del
Concilio de la RAG reunido del 17-19 de agosto en Xonacatlán, Estado de México
eliminó la posibilidad de la ordenación de mujeres – lo cual significó una
ruptura con la denominación presbiteriana mayoritaria de EUA (la PCUSA) –
demostrando que no seguiríamos como denominación la misma senda del error en la
que han caído el presbiterianismo de Europa y Estados Unidos ante la teología
feminista, que se fundamenta en premisas liberales y neo-paganas.
Y es que
no por tener acento inglés o europeo, el error doctrinal es menos grave – ha de
ser la “sola escritura” el filtro por el cual se haga pasar toda enseñanza y la
norma por la cual se ha de evaluar su veracidad y ortodoxia.
5.
Presbiterianismo
de patrocinio extranjero.
El cual
ha visto los recursos del extranjero como la principal fuente de sostenimiento
de la obra – es bajo este esquema, que llegamos a tener dificultades para ser
una denominación autosostenible. Obreros, iglesias e instituciones dependieron
por décadas de los subsidios del extranjero y crearon una cultura de dependencia,
incluso de pasividad – la iglesia mexicana no se ve como misionera porque se
acostumbró a recibir y depender de las misiones extranjeras – y revertir esa situación
demandará disciplina y solidaridad con la obra de Dios.
Los
recientes proyectos de plantación de iglesias en lugares donde el
presbiterianismo es poco o nulo, son loables esfuerzos por incentivar la
plantación de iglesias en México con ministros mexicanos y recursos de la misma
iglesia mexicana – y haremos esto no por alentar un orgullo nacionalista, sino
en la intención de pasar de la pasividad a la movilización en la plantación de
iglesias y entendimiento del evangelio, pues habiendo recibido tanto, es ahora
tiempo de que nosotros demos e invirtamos en las misiones con la misma pasión y
amor con que otros nos bendijeron en el pasado.
6.
Presbiterianismo
de segmentación interna.
Habiendo
llegado a México en la época de la construcción de las instituciones de la
nación, el presbiterianismo requirió una estructura organizacional – y desde sus
inicios tal institucionalidad se construyó bajo el modelo de sociedades –
agrupaciones de miembros de iglesia basadas en la edad común o el género –
intermedios, jóvenes, femenil y varonil.
Tales
organizaciones, se pretendía que fueran oportunidades de movilizar a la iglesia
en su ministerio – pero décadas después podemos reconocer que en la mayoría de
los casos crearon complejas relaciones institucionales hacia adentro de la
iglesia local – sistemas en competencia; siguiendo la agenda particular de cada
sociedad; iglesias dentro de iglesias que acabaron por imponer una visión
segmentada de la comunidad de fe – originalmente eran modelos alternativos –
opcionales, que no obligatorios – pero ahora no hablamos de opciones, o modelos
sino de estructuras OBLIGADAS en el imaginario de la iglesia local, de manera
que los medios se convirtieron en fines – y hoy tenemos muchos casos de
sociedades pugnando por la subsistencia de sus estructuras y resistiéndose a
una reingeniería o revisión de sus fundamentos. Cosa rara, pues uno de los
principales personajes de este modelo de sociedades, el Reverendo Francis E.
Clark – fundado del esfuerzo cristiano, dijo alguna vez que “los modelos
cambian, pero los principios son eternos” ¿Por qué entonces es tan difícil
revisar un modelo?
Hoy más
que nunca necesitamos NO una segmentación de la iglesia sino una identidad de
pueblo, de familia, de pertenencia; pero costará despojarnos del celo que se
tiene por un voto, por un estandarte o por un lema y buscar alternativas
pertinentes de organización más de acuerdo a las situaciones de la época –
“porque los modelos cambian, pero los principios son eternos”
7.
Presbiterianismo
de doctrina nebulosa.
Ya sea
porque se descuidó la catequesis y se cayó en ambigüedad y error doctrinales, o
porque se promovió la repetición de credos y confesiones que fueron memorizados
con suma disciplina, pero no fueron articulados en la vida cotidiana – ambos
casos, significan una doctrina nebulosa.
Es por
muchos conocido, que a lo largo de los años, el presbiterianismo usó
estrategias que contradecían las doctrinas de la gracia; estrategias basadas en
el evangelicalismo arminiano, promoviendo principalmente el “desicionismo” como
base de la seguridad de salvación.
Que el
dispensacionalismo se enseñó en tantos y tantos púlpitos no es novedad,
tristemente los recursos teológicos eran escasos en épocas pasadas – hoy
sabemos que la gran influencia del dispensacionalismo se debió a que la primera
Biblia de estudio en castellano a la que tuvieron acceso nuestros pastores fue
la biblia anotada de Scofield, de teología dispensacional.
Que la
alegorización, la espiritualización y cantidades inmensas de falacias
exegéticas han estado presentes durante mucho tiempo, afectando la interpretación
de las escrituras – esto es verdad también.
Pero
también es verdad que muchas veces se quiso cuidar la doctrina por medio de la
repetición mecánica de preguntas y artículos de fe – y es así como muchos
aprendieron respuestas a cada pregunta planteada en los catecismos heredados de
la reforma – se aprendieron los conceptos “pecado original”, “justificación”,
“predestinación” y otros tantos tecnicismos -
pero en la vida práctica, en la toma de decisiones, en la devoción
cotidiana, la doctrina muchas veces fue nebulosamente inoperante.
Es aquí
donde los egresados del Seminario Teológico Presbiteriano “San Pablo” sabemos
que hemos sido afortunados al haber recibido instrucción y formación en están
institución – y damos gracias por el esfuerzo que el Sínodo de la Península y
los presbiterios que lo componen han mantenido en hacer de ésta casa de
estudios un lugar en el cual erudición y sencillez no son opuestos; un lugar
donde todavía se lee la biblia bajo la premisa de que ES la palabra de Dios –
un lugar donde Dios no es concebido como un objeto de estudio más, sino EL
objeto único de adoración – un lugar en el cual la ortodoxia y la sana doctrina
no son disciplinas para gente intelectual sino para la vida cotidiana – y por
eso mismo hemos de cuidar éste bastión de la iglesia, hemos de asegurarnos de
que mantenga en alto los fundamentos de la fe cristiana y la herencia reformada
– y hemos de hacerlo sin vacilar ante el posmodernismo, el deconstuccionismo,
el relativismo, el postestructuralismo, el liberalismo teológico y tantas otras
corrientes que parecen rimbombantes formas de erudición pero no son más que
desviaciones de la verdad.
CONCLUSIONES:
NO
hermanos, no es lo mismo – el avance del presbiterianismo NO ha sido igualmente
el avance de la reforma. Pero al hablar así, al señalar estas situaciones; lo
hago como presbiteriano de tercera generación – consciente de que hablo de la
fe de mis abuelos y la devoción de mis padres – y entiendo que todos éstos
desvaríos y anomalías no fueron causados con alevosía, ni dolo, ni intenciones
malévolas.
Entiendo
que el corazón de muchos fue sincero, que el compromiso de generaciones pasadas
fue de buena fe y que se hizo lo que se pudo con lo que se tenía disponible
entonces.
Al hacer
una evaluación realista y crítica de nuestro pasado, no hemos de hacerla con
celo inquisidor buscando culpables para llevarlos a la hoguera y hacerlos arder
en las llamas de la arrogancia y el desprecio.
No hemos
tampoco de apropiarnos de una actitud de víctimas, asumiendo que es demasiado
tarde para enmendar lo que ha salido mal.
Debemos,
primero que nada, dar gracias a Dios; nuestro Dios soberano y providente que ha
sostenido en su jornada de apenas siglo y medio al presbiterianismo mexicano –
por medio de creyentes fieles y muchas veces a pesar de los creyentes.
Debemos considerar
cuan misericordioso, fiel y proveedor ha sido el gran Pastor de las Ovejas, que
a pesar de tantas limitaciones, de tanta ignorancia, de tanta oposición; ha
mantenido siempre un remanente de creyentes – porque no todo ha sido error;
hubo también pastores comprometidos con la sana doctrina y la exposición clara
y desafiante de las escrituras – siempre hubo entre nosotros líderes que
tuvieron una visión apropiada de la iglesia – siempre hubo también creyentes
que se despojaron de sí mismos para servir, y que ofrendaron generosamente sus
vidas y sus posesiones para el avance de la obra presbiteriana – hubo siempre
un remanente de creyentes que no divorciaron la devoción dominical de la vida
cotidiana - el que sean nombres
desconocidos, fieles anónimos para nosotros, no quita el hecho de que su vida y
legado sea menos importante.
Si hemos
de hacer un diagnóstico así de realista y crítico NO ha de ser para mofarnos de
quienes nos precedieron, no ha de ser para vernos superiores a las generaciones
pasadas con aires de arrogancia – ha de ser para honrar a Dios y darle gracias
– ha de ser para marcar este momento en la historia que nos ha tocado vivir con
la frase “Ebenezer – hasta aquí nos ayudó el Señor”
Y
habremos de seguir adelante, guardando la fe, haciendo discípulos, cuidando la
doctrina, demoliendo el dualismo - esperando que el presbiterianismo que hoy
tiene kilómetros de extensión pero centímetros de profundidad, se reforme día a
día, se ciña de aquel lema que hemos heredado “La iglesia reformada, siempre
reformándose” – y entonces, a 500 años de las 95 tesis, y a casi 150 años de
presbiterianismo en México, más que nunca tengamos vidas que honren los
fundamentos “Solo la escritura, sólo por gracia, sólo Cristo, sólo por fe –
Sólo a Dios la gloria”
------------
Reflexiones presentadas por Samuel Hernández Clemente
en el Congreso Teológico "La centralidad de la Biblia a 500 años del despertar de la reforma"
organizado por el R. Sínodo de la Península de Yucatán, de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México
Mérida, Yucatán 17 de Junio del 2017
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Reflexiones presentadas por Samuel Hernández Clemente
en el Congreso Teológico "La centralidad de la Biblia a 500 años del despertar de la reforma"
organizado por el R. Sínodo de la Península de Yucatán, de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México
Mérida, Yucatán 17 de Junio del 2017
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