sábado, 17 de junio de 2017

Los presbiterianismos disfuncionales


El camino del 31 de Octubre de 1517 en Alemania al presbiterianismo de México en el año 2017 no ha sido sencillo para la reforma. Tampoco el trayecto de la Ginebra de Calvino al presbiterianismo mexicano, que se denomina también calvinista, ha estado libre de dificultades y desatinos.
Podríamos decir que, a lo largo de la historia, el avance del presbiterianismo no ha sido necesariamente la asimilación del calvinismo como base doctrinal ni como ideología de vida.
Y es que, al analizar las diversas vertientes que el presbiterianismo como institución religiosa ha tomado a lo largo de sus ya casi 150 años en México (recordemos que en el 2022 se cumplirán esos 150 años) – no ha habido UN presbiterianismo, sino muchos “presbiterianismos”

La siguiente es una crónica de lo que podría denominarse “los presbiterianismos disfuncionales”

1.       Presbiterianismo de oposición católica
El que rompió con todo lo que se parecía al rito católico romano – el que quizá se reduce a una simple confesión de fe: “soy cristiano porque ya no soy católico” – es el presbiterianismo que vio la conversión como el salir de Roma, que miró con cautela y muchas veces condenó el uso de vestimentas clericales, la adopción del calendario litúrgico. El presbiterianismo que prohibió la inclusión de íconos y arte cristianos, que hizo hasta de la cruz un símbolo prohibido - y evitó a toda costa el uso de términos como “eucaristía”, “religión” y “catequesis” sólo porque “parecen católicos”
Es el presbiterianismo que, aunque se deshizo de los rituales y fórmulas católico-romanas, formuló los propios, creando costumbrismos que se volvieron normas: la casi veneración de los templos, la visión del pastor cual sacerdote mediador y una especie de fetichismo respecto a las cosas “consagradas” para Dios como mesas, manteles, bancas, flores, etc…

Es de notar, que hemos dado un paso adelante, precisamente el año pasado, cuando quizá por vez primera la INPM se unió en un frente común con otras organizaciones civiles y asociaciones religiosas al levantar la voz en contra de las leyes que favorecen el matrimonio igualitario – el hecho de que muchas de esas organizaciones sean de credo católico-romano y que la INPM no por eso haya dejado de participar sino que promovió la movilización de los presbiterianos habla de un avance en la demolición de los miedos hacia aquello que tenga relación con Roma. Quizá haya que seguir aplicando aquella máxima de Agustín de Hipona “In necesariis unitas, in dubiis libertas, in ómnibus caritas” (en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad)

2.       Presbiterianismo de oportunismo político
El que sirvió como contrapeso al poder de la iglesia católica en las épocas de Benito Juárez y Porfirio Díaz, el que dio albergue a miembros de logias masónicas con tal de posicionarse en puntos estratégicos de la sociedad y la política, el mismo que se pone de moda cada vez que hay campañas electorales como una especie de acuerdo en el cual ambas partes salen ganando – el candidato o el político recibe apoyo electoral y la iglesia recibe apoyos para construcción, trámites gubernamentales o diversas gestiones administrativas.

3.       Presbiterianismo de activismo templocéntrico
Es aquel en el cual se mide la “consagración” de un miembro por el grado de involucramiento que éste tiene en las diversas actividades de la iglesia.
Esto lleva a la iglesia a ser una promotora de actividades diversas, para toda la familia y sectores particulares – reuniones, eventos, torneos, festejos, reuniones, etc.
Es en el cual se mira el calendario y se llenan los días con el mayor número de actividades; porque parte de la suposición de que una iglesia muy activa es una iglesia viva.
En este mismo tenor, el enfoque principal es la asistencia al templo, haciendo del ministerio un asunto de estrategias de convocatoria y propiciando una religión de consumismo – donde los asistentes se preguntan ¿Qué va a haber hoy en el templo?
Éste mismo enfoque, ha favorecido quizá más que ningún otro, la concepción dualista de la vida cristiana – haciendo énfasis en la reverencia dentro del templo, el “respeto a la casa de Dios” – educando a los niños a no mascar chicle ni hacer ruido en el templo – exhortando a las damas a no usar pantalones para venir al templo – pero imprimiendo poco o nulo interés en la vida “secular” – incluso llamando al creyente a apartarse de los asuntos “terrenales” para ser fiel participante en el activismo del templo.

4.       Presbiterianismo de importación
Me refiero a aquel que mira lo proveniente del extranjero como mejor, superior, correcto e incluso normativo; sólo por venir del extranjero.
Será que por esta concepción se copió la vestimenta de los pastores norteamericanos y el saco y la corbata se volvió la ropa clerical de los pastores presbiterianos incluso en los lugares de calor extremo del país.
Es bajo ésta línea de pensamiento que nuestros himnos contienen principalmente tonadas de la himnología Europea y Norteamericana y poco énfasis se ha hecho en una liturgia más folclórica o autóctona – quizá por esto mismo se asumió que la música sacra había de ser tocada sólo con órgano o piano y se produjeron debates y grandes controversias alrededor del uso de panderos, guitarras, acordeones  e incluso; aplausos – pues era romper con las tradiciones importadas.
Es así mismo como se adopta, sin cuestionamientos ni escrutinio – las propuestas teológicas traídas por teólogos europeos, coreanos y norteamericanos – pensando que ellos “van delante de nosotros”, asumiendo que todos los seminarios son igualmente buenos y si son extranjeros, siempre son mejores – y por lo tanto si un extranjero promueve doctrinas novedosas, comulga con la teología de la liberación, la teología feminista o la teología gay, recibe aprobación sin objeción alguna, sólo por el hecho de ser extranjero.

Aquí, cabe señalar que, históricamente hablando, la INPM ha tenido que poner límites a la injerencia extranjera haciendo valer su facultad de autodeterminación como denominación ante los hermanos de otras naciones.
El último ejemplo de ello ocurrió apenas en el año 2011 en el cual, la decisión del Concilio de la RAG reunido del 17-19 de agosto en Xonacatlán, Estado de México eliminó la posibilidad de la ordenación de mujeres – lo cual significó una ruptura con la denominación presbiteriana mayoritaria de EUA (la PCUSA) – demostrando que no seguiríamos como denominación la misma senda del error en la que han caído el presbiterianismo de Europa y Estados Unidos ante la teología feminista, que se fundamenta en premisas liberales y neo-paganas.
Y es que no por tener acento inglés o europeo, el error doctrinal es menos grave – ha de ser la “sola escritura” el filtro por el cual se haga pasar toda enseñanza y la norma por la cual se ha de evaluar su veracidad y ortodoxia.

5.       Presbiterianismo de patrocinio extranjero.
El cual ha visto los recursos del extranjero como la principal fuente de sostenimiento de la obra – es bajo este esquema, que llegamos a tener dificultades para ser una denominación autosostenible. Obreros, iglesias e instituciones dependieron por décadas de los subsidios del extranjero y crearon una cultura de dependencia, incluso de pasividad – la iglesia mexicana no se ve como misionera porque se acostumbró a recibir y depender de las misiones extranjeras – y revertir esa situación demandará disciplina y solidaridad con la obra de Dios.
Los recientes proyectos de plantación de iglesias en lugares donde el presbiterianismo es poco o nulo, son loables esfuerzos por incentivar la plantación de iglesias en México con ministros mexicanos y recursos de la misma iglesia mexicana – y haremos esto no por alentar un orgullo nacionalista, sino en la intención de pasar de la pasividad a la movilización en la plantación de iglesias y entendimiento del evangelio, pues habiendo recibido tanto, es ahora tiempo de que nosotros demos e invirtamos en las misiones con la misma pasión y amor con que otros nos bendijeron en el pasado.

6.       Presbiterianismo de segmentación interna.
Habiendo llegado a México en la época de la construcción de las instituciones de la nación, el presbiterianismo requirió una estructura organizacional – y desde sus inicios tal institucionalidad se construyó bajo el modelo de sociedades – agrupaciones de miembros de iglesia basadas en la edad común o el género – intermedios, jóvenes, femenil y varonil.
Tales organizaciones, se pretendía que fueran oportunidades de movilizar a la iglesia en su ministerio – pero décadas después podemos reconocer que en la mayoría de los casos crearon complejas relaciones institucionales hacia adentro de la iglesia local – sistemas en competencia; siguiendo la agenda particular de cada sociedad; iglesias dentro de iglesias que acabaron por imponer una visión segmentada de la comunidad de fe – originalmente eran modelos alternativos – opcionales, que no obligatorios – pero ahora no hablamos de opciones, o modelos sino de estructuras OBLIGADAS en el imaginario de la iglesia local, de manera que los medios se convirtieron en fines – y hoy tenemos muchos casos de sociedades pugnando por la subsistencia de sus estructuras y resistiéndose a una reingeniería o revisión de sus fundamentos. Cosa rara, pues uno de los principales personajes de este modelo de sociedades, el Reverendo Francis E. Clark – fundado del esfuerzo cristiano, dijo alguna vez que “los modelos cambian, pero los principios son eternos” ¿Por qué entonces es tan difícil revisar un modelo?
Hoy más que nunca necesitamos NO una segmentación de la iglesia sino una identidad de pueblo, de familia, de pertenencia; pero costará despojarnos del celo que se tiene por un voto, por un estandarte o por un lema y buscar alternativas pertinentes de organización más de acuerdo a las situaciones de la época – “porque los modelos cambian, pero los principios son eternos”

7.       Presbiterianismo de doctrina nebulosa.
Ya sea porque se descuidó la catequesis y se cayó en ambigüedad y error doctrinales, o porque se promovió la repetición de credos y confesiones que fueron memorizados con suma disciplina, pero no fueron articulados en la vida cotidiana – ambos casos, significan una doctrina nebulosa.
Es por muchos conocido, que a lo largo de los años, el presbiterianismo usó estrategias que contradecían las doctrinas de la gracia; estrategias basadas en el evangelicalismo arminiano, promoviendo principalmente el “desicionismo” como base de la seguridad de salvación.
Que el dispensacionalismo se enseñó en tantos y tantos púlpitos no es novedad, tristemente los recursos teológicos eran escasos en épocas pasadas – hoy sabemos que la gran influencia del dispensacionalismo se debió a que la primera Biblia de estudio en castellano a la que tuvieron acceso nuestros pastores fue la biblia anotada de Scofield, de teología dispensacional.
Que la alegorización, la espiritualización y cantidades inmensas de falacias exegéticas han estado presentes durante mucho tiempo, afectando la interpretación de las escrituras – esto es verdad también.
Pero también es verdad que muchas veces se quiso cuidar la doctrina por medio de la repetición mecánica de preguntas y artículos de fe – y es así como muchos aprendieron respuestas a cada pregunta planteada en los catecismos heredados de la reforma – se aprendieron los conceptos “pecado original”, “justificación”, “predestinación” y otros tantos tecnicismos -  pero en la vida práctica, en la toma de decisiones, en la devoción cotidiana, la doctrina muchas veces fue nebulosamente inoperante.

Es aquí donde los egresados del Seminario Teológico Presbiteriano “San Pablo” sabemos que hemos sido afortunados al haber recibido instrucción y formación en están institución – y damos gracias por el esfuerzo que el Sínodo de la Península y los presbiterios que lo componen han mantenido en hacer de ésta casa de estudios un lugar en el cual erudición y sencillez no son opuestos; un lugar donde todavía se lee la biblia bajo la premisa de que ES la palabra de Dios – un lugar donde Dios no es concebido como un objeto de estudio más, sino EL objeto único de adoración – un lugar en el cual la ortodoxia y la sana doctrina no son disciplinas para gente intelectual sino para la vida cotidiana – y por eso mismo hemos de cuidar éste bastión de la iglesia, hemos de asegurarnos de que mantenga en alto los fundamentos de la fe cristiana y la herencia reformada – y hemos de hacerlo sin vacilar ante el posmodernismo, el deconstuccionismo, el relativismo, el postestructuralismo, el liberalismo teológico y tantas otras corrientes que parecen rimbombantes formas de erudición pero no son más que desviaciones de la verdad.


CONCLUSIONES:
NO hermanos, no es lo mismo – el avance del presbiterianismo NO ha sido igualmente el avance de la reforma. Pero al hablar así, al señalar estas situaciones; lo hago como presbiteriano de tercera generación – consciente de que hablo de la fe de mis abuelos y la devoción de mis padres – y entiendo que todos éstos desvaríos y anomalías no fueron causados con alevosía, ni dolo, ni intenciones malévolas.
Entiendo que el corazón de muchos fue sincero, que el compromiso de generaciones pasadas fue de buena fe y que se hizo lo que se pudo con lo que se tenía disponible entonces.

Al hacer una evaluación realista y crítica de nuestro pasado, no hemos de hacerla con celo inquisidor buscando culpables para llevarlos a la hoguera y hacerlos arder en las llamas de la arrogancia y el desprecio.
No hemos tampoco de apropiarnos de una actitud de víctimas, asumiendo que es demasiado tarde para enmendar lo que ha salido mal.
Debemos, primero que nada, dar gracias a Dios; nuestro Dios soberano y providente que ha sostenido en su jornada de apenas siglo y medio al presbiterianismo mexicano – por medio de creyentes fieles y muchas veces a pesar de los creyentes.

Debemos considerar cuan misericordioso, fiel y proveedor ha sido el gran Pastor de las Ovejas, que a pesar de tantas limitaciones, de tanta ignorancia, de tanta oposición; ha mantenido siempre un remanente de creyentes – porque no todo ha sido error; hubo también pastores comprometidos con la sana doctrina y la exposición clara y desafiante de las escrituras – siempre hubo entre nosotros líderes que tuvieron una visión apropiada de la iglesia – siempre hubo también creyentes que se despojaron de sí mismos para servir, y que ofrendaron generosamente sus vidas y sus posesiones para el avance de la obra presbiteriana – hubo siempre un remanente de creyentes que no divorciaron la devoción dominical de la vida cotidiana -  el que sean nombres desconocidos, fieles anónimos para nosotros, no quita el hecho de que su vida y legado sea menos importante.

Si hemos de hacer un diagnóstico así de realista y crítico NO ha de ser para mofarnos de quienes nos precedieron, no ha de ser para vernos superiores a las generaciones pasadas con aires de arrogancia – ha de ser para honrar a Dios y darle gracias – ha de ser para marcar este momento en la historia que nos ha tocado vivir con la frase “Ebenezer – hasta aquí nos ayudó el Señor”


Y habremos de seguir adelante, guardando la fe, haciendo discípulos, cuidando la doctrina, demoliendo el dualismo - esperando que el presbiterianismo que hoy tiene kilómetros de extensión pero centímetros de profundidad, se reforme día a día, se ciña de aquel lema que hemos heredado “La iglesia reformada, siempre reformándose” – y entonces, a 500 años de las 95 tesis, y a casi 150 años de presbiterianismo en México, más que nunca tengamos vidas que honren los fundamentos “Solo la escritura, sólo por gracia, sólo Cristo, sólo por fe – Sólo a Dios la gloria”

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Reflexiones presentadas por Samuel Hernández Clemente
en el Congreso Teológico "La centralidad de la Biblia a 500 años del despertar de la reforma"
organizado por el R. Sínodo de la Península de Yucatán, de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México
Mérida, Yucatán 17 de Junio del 2017

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