Todo en la vida cristiana encierra 2 grandes verdades:
Somos pecadores necesitados de perdón y misericordia de Dios.
Jesús es el único camino al Perdón del Padre.
Cada parte en la armadura cristiana tiene ésta realidad implícita:
La verdad (el cinto) nos confronta con nuestra condición pecaminosa y nos declara a Jesús como único Salvador.
La justicia (la coraza) no viene de nosotros pues somos pecadores, sino que nos es provista en Jesucristo, el cordero sin mancha.
El evangelio (calzado) nos dice que Dios fue misericordioso a pesar de nuestro pecado; y que el pecador arrepentido por la fe en Jesús puede verse libre del pecado y de la ira de Dios.
La fe (el escudo) consiste en dejar de vernos como capaces, justos y dignos de cualquier bien; es mirar en nosotros la miseria y depravación en que nos encontramos; y mirar a Jesús como el único que puede salvarnos, limpiarnos y transformarnos, así lo ha prometido y así lo cumplirá.
La salvación (el yelmo) se basa en estas mismas verdades, uno no necesita salvación cuando no tiene problemas con la ley, cuando no ha hecho nada malo, cuando es libre de toda culpa. Pero debido a que somos culpables, debido a que nos metimos en problemas con Dios, necesitamos salvación, y esa salvación es posible solamente cuando nos arrepentimos con fe en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, el enviado de Dios.
Dios nos ha dado armas espirituales.
Echemos mano de ellas.
Efesios 6:17
…Y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios
¿La espada del Espíritu o
1. Espíritu y Palabra van de la mano.
1 Tesalonicenses 1:5
5pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros.
2. Espíritu y Palabra no se contradicen.
2 Pedro 1:19
19Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 20entendiendo primero esto, que ninguna profecía de
3. Espíritu y Palabra nos dan testimonio.
Juan 21:24
Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.
25Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.
Juan 20:30
30Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
La palabra nos da testimonio.
Pero creemos ese testimonio por el poder y obra del Espíritu Santo.
Juan 15:26
26Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. 27Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.
Romanos 8:16
16El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
4. Espíritu y Palabra nos edifican.
No hablamos de energía positiva, ni de buenas vibras, no hablamos de actitud positiva, ni de “coco-wash” hablamos de verdadero consuelo para ti sino importar la circunstancia en que te encuentres, hablamos de verdadera paz a pesar de los problemas, hablamos de auténtico gozo a pesar de las calamidades, hablamos de satisfacción plena en momentos de escasez, te estoy hablando hermano de verdadera calma, y seguridad, y una profunda fortaleza que en vez de disminuir en los días malos o tristes, se fortalece y crece más y más.
El Espíritu Santo por medio de
Romanos 15:4
4Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
Juan 14:16
16Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
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