Pero el día del Señor vendrá… (2Pe 3:10)
¡Cuántos planes y proyectos humanos serán truncados y
frustrados por el retorno de Jesucristo!
Sólo imagine, el estudiante que se encuentre a una pregunta
para finalizar su examen profesional, no tendrá necesidad de pensar esa última
respuesta - no se va a poder titular, no
podrá ejercer; el día final habrá llegado y el éxito a celebrar no será el del
profesionista, sino el del Cordero.
Considere cuántas lunas de miel no se podrán consumar – las
reservaciones de avión y hotel no se utilizarán; las fotos no se tomarán; los
novios quizá apenas habrán dicho “sí acepto” pero el día del Señor habrá
llegado; y la eternidad espera por otra boda; las bodas del Cordero.
No será necesario firmar ese cheque para comprar aquel auto
último modelo; pues no habrá oportunidad de estrenarlo; en el lago de fuego no
hay autopistas y en la ciudad celestial no se requiere andar a prisa…
No habrá tiempo de que el cirujano dé las últimas puntadas a esa herida; llegó el momento de ver cuerpos nuevos; de hecho, la medicina habrá llegado a su fin como ciencia útil – los condenados al infierno nunca reciben alivio y los redimidos en la gloria no necesitan medicina.
No tendrá sentido entonces, que el albañil pegue ese último ladrillo; a los incrédulos les esperan prisiones de espanto y oscuridad y a los escogidos de Cristo les esperan moradas de gozo y dicha en la gloria.
No necesitará ese último ciclo de enjuague para la ropa; ni
exprimirla, ni tenderla – habrá vergüenza y desnudez para los que ignoraron a
Cristo y habrá túnicas blancas para quienes se rindieron ante el Hijo de Dios.
Calcule cuántos viajes, negocios, tratos, programas, partidos de futbol, compras, obras de teatro, construcciones, cirugías, reparaciones, mensajes, poemas, recetas de cocina, sesiones fotográficas, series de ejercicios, tareas escolares, canciones y serenatas, quinceañeras y cumpleaños; jornadas de trabajo y momentos de descanso quedarán a medias o ni siquiera habrán podido comenzar; pero no se realizarán pues el retorno del Rey de reyes hará que la historia se detenga, su regreso hará que el tiempo dé paso a lo eterno y todas las cosas serán juzgadas y hechas nuevas.
Es que el día del Señor habrá llegado – y el hecho de que dejará truncados tantos planes humanos, debe conducirnos a la humillación y a
la sabia consideración de una realidad fundamental: DIOS no está comprometido
con el cumplimiento de nuestra agenda; ni ha empeñado su promesa a favor de la realización de todos y cada uno de nuestros planes - el universo y la historia giran en torno a SU
agenda, esta historia es SU historia; para SU gloria; por ese aquel día final
es “El día del SEÑOR” - Él será
celebrado y temido, él recibirá homenaje y honra, él Juzgará y él Reinará por
siempre.
Mientras llega ese día, hemos de vivir con sabiduría; trabajar con diligencia y
despojarnos de afanes innecesarios; disfrutar las bendiciones cotidianas, pero
anhelar la herencia eterna; invertir nuestros días pensando en la eternidad;
buscar a Dios mientras puede ser hallado, encomendar a él nuestra existencia;
rendirnos a Cristo en arrepentimiento y fe.
Y cada vez que oremos “venga tu reino, sea hecha tu
voluntad” recordemos que cualquier día, será el gran día; muchos planes serán
frustrados por el regreso de Cristo; pero ningún creyente en Cristo será
frustrado aquel día ¡Reinaremos con Él!
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