Los hijos de Elí eran hombres impíos; no conocían
al SEÑOR
1 Samuel 2:12
Soy pastor, me ha tocado
el alto privilegio de estudiar las escrituras y predicarlas al pueblo de
Jesucristo – el honor de oficiar los sacramentos a los fieles creyentes – y me
ha tocado la oportunidad de cuidar que el culto comunitario sea bíblico –
además de otras cosas que los pastores hacen.
Pero también soy padre, me
ha tocado la vocación de enseñar a dos criaturas de Dios a temer a su creador,
a mirarse necesitados de un salvador, a vivir en el Pacto de gracia – y pastorear
su corazón.
El pasaje que encabeza
éstas líneas, por lo tanto, es una advertencia constante para mí:
- Puede haber hijos
cercanos al ministerio y aun así pueden desconocer a Dios.
- Puede ocurrir que hijos
nuestros estén constantemente involucrados en actividades de índole religiosa y
en sus corazones no haber nada de piedad.
- NO podemos asumir que
los hijos nacidos en la comunidad del pacto, y familiarizados con los rituales
de la fe cristiana conocen a DIOS.
PERO este pasaje, el de
los hijos del sacerdote Elí, no ha de aplicarse sólo a los “hijos de pastores” –
ya que los pastores no son el equivalente contemporáneo del sacerdote del
Antiguo Testamento – antes bien, creemos en la doctrina del “sacerdocio
universal de los creyentes” (Ex.19:6 /1 Pedro. 2:9) de manera que éstas líneas
son aplicables para TODO PAPÁ y TODA MAMÁ que se asume como miembro del pueblo
de DIOS.
"Abandonar el
evangelio no es algo que ocurra de un momento a otro, sino que podría
describirse como un proceso de al menos cuatro generaciones"
Ésto lo proponen J. Mack
Stiles y Don Carson, profesores influyentes en la iglesia cristiana.
El proceso de abandono del
evangelio ocurre de esta manera:
1 - El evangelio es
aceptado
2 - - - El evangelio es
asumido
3 - - - - - El evangelio
es confundido
4 - - - - - - - - El
evangelio es ignorado
¿Cuál es el punto de
quiebre en éste proceso? ¿Dónde se pone mal la cosa?
Tan pronto se ASUME el
evangelio, hemos comenzado el abandono del mismo.
NO PODEMOS asumir el
evangelio:
No podemos asumir que, por
ser asistentes al templo, nuestros hijos han entendido y creído el evangelio.
No podemos asumir que, por
no decir groserías ni tener vicios, nuestros hijos han nacido de nuevo.
No podemos asumir que, por
estar involucrados en las muchas cosas que se hacen en el templo (coro
infantil, dramas navideños, sociedades de jóvenes o intermedios, grupos
musicales, campamentos, etc…)
¿Por qué tantas comunidades
que se asumen como iglesias hoy han confundido el evangelio con activismo?
Por haber ASUMIDO el
evangelio – y entonces, cuando piensas que los que están conectados con la
congregación conocen el evangelio, pues hay que buscar algo más… algo más
llamativo, entretenido, algo más “profundo” – se le apuesta al activismo, a la
religión de consumismo - concursos de
disfraces, noches de karaoke, torneos de toda clase de deportes, campamentos,
retiros, conciertos… NO me lo tome a mal, éstas cosas en sí no son pecaminosas –
pero sería INGENUO pensar que una persona vive en el evangelio sólo por estar
involucrado en tanto activismo.
¿Por qué son muchas las
comunidades que se asumen como iglesias exitosas porque las bancas están más
llenas que nunca, aunque contradictoriamente sus púlpitos están más vacíos que
nunca?
Por haber ASUMIDO el evangelio
- y luego de haberle apostado al
activismo – el evangelio es ignorado por los miembros de dicha congregación –
unos piensan que el evangelio es “palabras de ánimo”, otros esperan que el
evangelio sea una “conferencia motivacional”, otros tantos equiparan el
evangelio con una “palabra de bendición” – que desate prosperidad, sanidad y
éxito empresarial – no faltan los que desean la confirmación de sus “sueños
rotos” en la esperanza de que “por fe se pueden hacer realidad” y en todo éste
caldo de ideologías humanistas, subjetivas y sentimentales – la palabra de la
CRUZ, del arrepentimiento para justificación, de santificación a pesar de las
pruebas, de tomar la cruz y negarse a uno mismo – pues simplemente es una
LOCURA… es que comenzando por asumir el evangelio, terminaron ignorándolo.
Como iglesias, debemos
estar bien precavidos de lo peligroso que es asumir el evangelio.
Como padres, debemos estar
bien advertidos de nuestra labor en el pastoreo de nuestros hijos.
NOS toca a nosotros, no
sólo el ser proveedores de ropa, comida y juguetes; sino ser maestros de la
piedad, instructores de la fe, ejemplos de obediencia a Dios.
NOS toca a nosotros, no
sólo moldear los modales, las buenas costumbres y la moral correcta, sino
apelar a sus corazones, confrontar las motivaciones y desafiar sus afectos.
NOS toca a nosotros, no
caer en el engaño de formar en nuestros hijos metas frívolas, ambiciones
materialistas ni conceptos mundanales de “éxito” – sino animarlos a tener
ambiciones supremas, anhelo supremo de la gloria y el deleite en DIOS.
NOS toca a nosotros, no
sólo prepararlos para la vida, sino principalmente prepararlos para la muerte;
para el día en que se presentarán ante su creador y juez para recibir la
retribución a su extravío o el galardón prometido a los que buscan a Cristo en
fe.
El hno. Joel Beeke nos dice al respecto:
“La salvación de nuestros hijos no tiene precio; sus necesidades espirituales son muy superiores a sus necesidades físicas. Necesitan nuestras oraciones, nuestras oraciones fervientes con corazones encendidos, tanto para su arrepentimiento inicial y su llegada a Cristo por fe, como para su vida y su crecimiento continuado en la fe…
… No hay nada automático en lo que respecta a la salvación. No hay lugar para la simple suposición; la paternidad cristiana es una empresa de fe. La promesa de Dios nos da un cimiento sólido para todas nuestras oraciones y esperanzas para nuestros hijos. Pero Él también ordena que utilicemos los medios que han sido asignados para obtener Sus buenos dones. ¿Oras diariamente por tus hijos? ¿Oras diariamente con tus hijos? Si no es así, ¿qué puedes esperar del Señor? Ya sea que sean o no salvos, ¿puedes decir, por la gracia de Dios, que irrumpes en el trono de misericordia por ellos con un corazón inflamado por su bienestar y por la gloria de Dios?”
“Oh, Dios Todopoderoso, Padre Celestial nuestro, ¡danos una semilla que esté bien contigo! Oh Dios, danos a nuestros hijos. Por segunda vez, y por un mucho mejor nacimiento, ¡danos a nuestros hijos para estar a nuestro lado en Tu santo pacto!”
Alexander Whyte (Siglo XIX)
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