jueves, 20 de abril de 2017

Tus hijos necesitan el evangelio (más que cualquier otra cosa)



Los hijos de Elí eran hombres impíos; no conocían al SEÑOR
1 Samuel 2:12

Soy pastor, me ha tocado el alto privilegio de estudiar las escrituras y predicarlas al pueblo de Jesucristo – el honor de oficiar los sacramentos a los fieles creyentes – y me ha tocado la oportunidad de cuidar que el culto comunitario sea bíblico – además de otras cosas que los pastores hacen.

Pero también soy padre, me ha tocado la vocación de enseñar a dos criaturas de Dios a temer a su creador, a mirarse necesitados de un salvador, a vivir en el Pacto de gracia – y pastorear su corazón.

El pasaje que encabeza éstas líneas, por lo tanto, es una advertencia constante para mí:

- Puede haber hijos cercanos al ministerio y aun así pueden desconocer a Dios.
- Puede ocurrir que hijos nuestros estén constantemente involucrados en actividades de índole religiosa y en sus corazones no haber nada de piedad.
- NO podemos asumir que los hijos nacidos en la comunidad del pacto, y familiarizados con los rituales de la fe cristiana conocen a DIOS.

PERO este pasaje, el de los hijos del sacerdote Elí, no ha de aplicarse sólo a los “hijos de pastores” – ya que los pastores no son el equivalente contemporáneo del sacerdote del Antiguo Testamento – antes bien, creemos en la doctrina del “sacerdocio universal de los creyentes” (Ex.19:6 /1 Pedro. 2:9) de manera que éstas líneas son aplicables para TODO PAPÁ y TODA MAMÁ que se asume como miembro del pueblo de DIOS.

"Abandonar el evangelio no es algo que ocurra de un momento a otro, sino que podría describirse como un proceso de al menos cuatro generaciones"

Ésto lo proponen J. Mack Stiles y Don Carson, profesores influyentes en la iglesia cristiana.

El proceso de abandono del evangelio ocurre de esta manera:

1 - El evangelio es aceptado
2 - - - El evangelio es asumido
3 - - - - - El evangelio es confundido
4 - - - - - - - - El evangelio es ignorado

¿Cuál es el punto de quiebre en éste proceso? ¿Dónde se pone mal la cosa?
Tan pronto se ASUME el evangelio, hemos comenzado el abandono del mismo.

NO PODEMOS asumir el evangelio:
No podemos asumir que, por ser asistentes al templo, nuestros hijos han entendido y creído el evangelio.
No podemos asumir que, por no decir groserías ni tener vicios, nuestros hijos han nacido de nuevo.
No podemos asumir que, por estar involucrados en las muchas cosas que se hacen en el templo (coro infantil, dramas navideños, sociedades de jóvenes o intermedios, grupos musicales, campamentos, etc…)

¿Por qué tantas comunidades que se asumen como iglesias hoy han confundido el evangelio con activismo?
Por haber ASUMIDO el evangelio – y entonces, cuando piensas que los que están conectados con la congregación conocen el evangelio, pues hay que buscar algo más… algo más llamativo, entretenido, algo más “profundo” – se le apuesta al activismo, a la religión de consumismo  - concursos de disfraces, noches de karaoke, torneos de toda clase de deportes, campamentos, retiros, conciertos… NO me lo tome a mal, éstas cosas en sí no son pecaminosas – pero sería INGENUO pensar que una persona vive en el evangelio sólo por estar involucrado en tanto activismo.

¿Por qué son muchas las comunidades que se asumen como iglesias exitosas porque las bancas están más llenas que nunca, aunque contradictoriamente sus púlpitos están más vacíos que nunca?
Por haber ASUMIDO el evangelio -  y luego de haberle apostado al activismo – el evangelio es ignorado por los miembros de dicha congregación – unos piensan que el evangelio es “palabras de ánimo”, otros esperan que el evangelio sea una “conferencia motivacional”, otros tantos equiparan el evangelio con una “palabra de bendición” – que desate prosperidad, sanidad y éxito empresarial – no faltan los que desean la confirmación de sus “sueños rotos” en la esperanza de que “por fe se pueden hacer realidad” y en todo éste caldo de ideologías humanistas, subjetivas y sentimentales – la palabra de la CRUZ, del arrepentimiento para justificación, de santificación a pesar de las pruebas, de tomar la cruz y negarse a uno mismo – pues simplemente es una LOCURA… es que comenzando por asumir el evangelio, terminaron ignorándolo. 

Como iglesias, debemos estar bien precavidos de lo peligroso que es asumir el evangelio.
Como padres, debemos estar bien advertidos de nuestra labor en el pastoreo de nuestros hijos.

NOS toca a nosotros, no sólo el ser proveedores de ropa, comida y juguetes; sino ser maestros de la piedad, instructores de la fe, ejemplos de obediencia a Dios.
NOS toca a nosotros, no sólo moldear los modales, las buenas costumbres y la moral correcta, sino apelar a sus corazones, confrontar las motivaciones y desafiar sus afectos.
NOS toca a nosotros, no caer en el engaño de formar en nuestros hijos metas frívolas, ambiciones materialistas ni conceptos mundanales de “éxito” – sino animarlos a tener ambiciones supremas, anhelo supremo de la gloria y el deleite en DIOS.
NOS toca a nosotros, no sólo prepararlos para la vida, sino principalmente prepararlos para la muerte; para el día en que se presentarán ante su creador y juez para recibir la retribución a su extravío o el galardón prometido a los que buscan a Cristo en fe.




El hno. Joel Beeke nos dice al respecto:

“La salvación de nuestros hijos no tiene precio; sus necesidades espirituales son muy superiores a sus necesidades físicas. Necesitan nuestras oraciones, nuestras oraciones fervientes con corazones encendidos, tanto para su arrepentimiento inicial y su llegada a Cristo por fe, como para su vida y su crecimiento continuado en la fe…
… No hay nada automático en lo que respecta a la salvación. No hay lugar para la simple suposición; la paternidad cristiana es una empresa de fe. La promesa de Dios nos da un cimiento sólido para todas nuestras oraciones y esperanzas para nuestros hijos. Pero Él también ordena que utilicemos los medios que han sido asignados para obtener Sus buenos dones. ¿Oras diariamente por tus hijos? ¿Oras diariamente con tus hijos? Si no es así, ¿qué puedes esperar del Señor? Ya sea que sean o no salvos, ¿puedes decir, por la gracia de Dios, que irrumpes en el trono de misericordia por ellos con un corazón inflamado por su bienestar y por la gloria de Dios?”



“Oh, Dios Todopoderoso, Padre Celestial nuestro, ¡danos una semilla que esté bien contigo! Oh Dios, danos a nuestros hijos. Por segunda vez, y por un mucho mejor nacimiento, ¡danos a nuestros hijos para estar a nuestro lado en Tu santo pacto!”
Alexander Whyte (Siglo XIX)

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